Colecho: Dormir en la misma cama con los hijos
¿Es bueno o malo acostar al bebé con los padres?
Tras la llegada del primer hijo, del segundo o de los siguientes, una de las cuestiones que más preocupa a los padres es cómo dormirán. Si serán capaces o no de hacerlo solos, a ser posible cuanto antes y sin interrupciones en toda la noche. ¿Cuál es la fórmula mágica? Algunos pediatras y padres parecen haber encontrado la clave: el colecho. Una práctica que otros expertos rechazan por perniciosa.
Si buscamos en la Real Academia Española (RAE), nada encontraremos sobre colecho. No obstante, y a pesar de no estar reconocida, "compartir el lecho" y, en este caso, con los hijos, es una práctica cuyos beneficios o perjuicios divide hoy día a buena parte de los expertos y de los progenitores.
Los defensores de ésta práctica aseguran que facilita la lactancia materna a demanda, ya que el pequeño come cuando quiere, sin llantos innecesarios, sin esperas y sin que la madre tenga que levantarse, permitiendo un mayor descanso. Afirman que el colecho genera protección y seguridad al bebé, al tiempo que crea un vínculo especial. Pero, además, si se practica con precaución y seguridad, puede proteger del temido síndrome de la muerte súbita del lactante (SMSL).
Pero también hay padres y expertos que aseguran que se trata de un hábito perjudicial porque existe riesgo de aplastar o asfixiar al bebé, dificulta la intimidad de la pareja, resulta poco higiénico y genera problemas de sueño a los padres y a los hijos. Algunos estudios señalan que no se trata de una práctica segura, en especial durante las 14 y 20 semanas de vida, tiempo en el que se recomienda la cohabitación, es decir, que el pequeño esté en una cuna en la habitación de los padres. También, muchas asociaciones de Pediatría no aconsejan su práctica, al menos en el primer año de vida.
Mientras el debate sobre las ventajas e inconvenientes de fomentar esta práctica sigue sobre la mesa, muchos expertos se apartan de posturas extremas y señalan que el colecho es, ante todo una decisión personal de cada familia.
Para la psicoterapeuta Fabiola Aguado, directora y creadora de la Escuela de Familia Al-Alba el colecho aporta al niño, entre otras cosas, "seguridad física y emocional" e insiste en que los tres primeros años son cruciales para desarrollar una seguridad, que más tarde será el germen de la independencia. "Madre e hijo se encuentran íntimamente ligados, hay una fusión que se rompe cuando nace si se le separa; son momentos que necesitan de mirada con mirada y de piel con piel, de un contacto directo y permanente, que resulta clave para un crecimiento sano" y considera que muchos padres tienen miedo a que sus hijos generen dependencia si duermen con ellos.
En este sentido explica que "todo ser vivo está llamado a separarse de la matriz cuando está maduro y preparado. Estamos llamados a evolucionar y separarnos" e insiste en que "si no hay "apegos" insanos, lo normal es que llegue el momento en el que el niño tome la decisión de irse. Y si se quiere quedar, sobre todo a partir de los cuatro o cinco años, habría que ver qué es lo que está pasando.
No obstante insiste en que no se puede hablar de aspectos generales ni caer en el fanatismo porque "cada familia es un mundo y tiene diferentes necesidades con relación a las que toma distintas opciones". Afirma que ante todo "está la pareja y la decisión de ambos padres: tampoco es bueno que las necesidades del hijo los separen".
Colecho: vuelta a un hábito ancestral
El fenómeno del colecho se inició hace poco más de treinta años, con la publicación en Estados Unidos del libro "The Family Bed", escrito por Thine Thevenin, quien abogaba porque los niños durmieran en el lecho familiar para facilitar la lactancia materna y estrechar vínculos con sus padres. Se trata de una nueva filosofía de crianza basada en la primacía de las necesidades del niño y en el instinto. En realidad, no descubre nada nuevo, ya que se trata de una práctica ancestral que se ha ido perdiendo en occidente.
Desde sus inicios, la raza humana ha practicado el colecho. Durante cientos de años las madres amantaban a sus hijos durante la noche y casi sin despertarse, proporcionándoles alimento, protección, seguridad y enseñándoles cómo respirar. Y ha sido en los últimos 150 años, con la llegada de casas con diversas habitaciones, cuando los bebés comenzaron a dormir lejos de sus padres y solos. Hoy seguro que muchos padres que no optan por esta práctica o que ni tan siquiera saben de su existencia han practicado colecho en alguna ocasión, como cuando los niños están enfermos o si se encuentran muy cansados como para trasladarles a su cama.
El pediatra Carlos González señala que lo biológicamente normal en nuestra especie, lo que ocurría antes de que las distintas culturas impusieran sus normas, era que los niños durmieran con sus madres hasta los 10 o los 12 años. Los chimpancés duermen con su madre hasta los 5 (y tienen la pubertad a los 7) porque se trata de seguridad y supervivencia. Por supuesto, hablamos de niños que no duermen desnudos bajo las estrellas, sino vestidos en su cuna, en su habitación y bajo un techo donde pueden sobrevivir sin la necesaria compañía de sus padres durante el sueño. "El problema –dice González- es que ellos no lo saben" e insiste en que no será hasta los tres o cuatro años cuando empiecen a comprender que no corren peligro durmiendo solos y aceptarán mejor irse a su cama.
Podría decirse que el colecho es la manera que la naturaleza ha previsto para que los bebés descansen y tengan cubiertas sus necesidades más básicas sin necesidad de artificios. Con su madre al lado no harían faltan estufas ni mantas para dar calor añadido, ni paseos de habitación en habitación para alimentar o tranquilizar al niño o para comprobar que está seguro, ni serían necesarios peluches con los que el pequeño estableciera contacto físico para no sentirse solo. Basta la sola presencia de sus padres.
Quiénes no deben practicar colecho
- Los padres fumadores con un bebé menor de 14 semanas.
- Los padres que tomen medicamentos como somníferos, drogas o alcohol.
- Los progenitores con obesidad mórbida.
Normas para un colecho seguro
En líneas generales, las principales medidas de seguridad son:
- No colocar al bebé entre cojines.
- Si la cuna va adosada a la cama tapar los posibles huecos para que el bebé no quede atrapado entre los dos colchones. Tomar las mismas precauciones entre la cama y la pared.
- No colechar nunca en un sofá.
- Mejor dormir con almohadas separadas para evitar tapar la cabeza al bebé que duerme sin ella.
- No utilizar edredones pesados, con lazos o pliegues.
- Dejar la puerta de la habitación abierta para que exista una buena ventilación.
- No practicar el colecho si alguno de los progenitores se siente muy cansado.
- El bebé nunca debe dormir boca abajo.