Las niñas expuestas en el útero materno a bisfenol A tendrían más riesgo de asma y sibilancias
Desde hace tiempo se investiga cómo un tipo de plástico, el bisfenol A, afecta a la fertilidad, el embarazo y el feto. Está calificado por los científicos como un disruptor endocrino, es decir, una sustancia química que perturba a nuestras hormonas y por lo tanto también altera el funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestra salud. Según anteriores investigaciones, el bisfenol A puede atravesar la placenta e interferir con los sistema respiratorio e inmunitario del feto cuando se encuentra desarrollándose.
Ahora, un estudio español que se ha publicado en la revista Environment International afirma que las niñas que en el útero materno estuvieron expuestas al bisfenol A tendrían una peor salud respiratoria al crecer. La investigación, dirigida por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), se realizó entre 1999 y 2010 en más de 3.000 embarazadas y sus hijos de seis países europeos (España, Francia, Grecia, Noruega, Países Bajos y Reino Unido). Durante varios años se recogieron datos sobre la salud respiratoria de los niños con cuestionarios y espirometrías.
El daño respiratorio se producía en niñas y no en niños
La investigación descubrió que las hijas de las mujeres con una concentración alta de bisfenol A en la orina materna presentaban más riesgo de asma y sibilancias en edad escolar. Por ejemplo, en las madres que tenía el doble de bisfenol A en la orina, el riesgo aumentaba un 13%. En cambio, si la mujer estaba embarazada de un niño, eso no ocurría.
Según Maribel Casas, investigadora de ISGlobal y una de las autoras de la investigación, “los bisfenoles son disruptores endocrinos, pueden interferir con las hormonas sexuales, lo que puede dar lugar, como sugieren nuestros resultados, a efectos diferentes en función del sexo de la persona expuesta”.
¿Cómo llega el bisfenol A a nuestro organismo?
Este producto se utiliza en latas de conserva, envases de comida y líquidos, pinturas, juguetes o en la fabricación del papel térmico que se usa en los tiques de compra. Puede ocurrir que cantidades pequeñas pasen de alguno de estos objetos a los alimentos y bebidas. Riñones, hígado, glándulas mamarias o el sistema inmunológico pueden resultar dañados por esta transferencia. De hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha fijado la recomendación de ingesta tolerable diaria en 0,04 nanogramos por kilo de peso corporal. En 2015 se estableció en 4 microgramos.