Ingurgitación, mastitis o absceso… ¿y la lactancia?
No es infrecuente que durante la lactancia materna se produzcan problemas médicos en las mamas tales como ingurgitación mamaria, infección de los senos, lo que produce mastitis, o incluso llega a generar un absceso mamario. Es muy frecuente que os surjan dudas a este respecto. Para conocer cuál es la mejor forma de cuidaros y cuidar a vuestro bebé para que os recuperéis lo más pronto posible, vamos a distinguir estos tres problemas de la lactancia para explicarlos desde las formas más leves a las más graves.
Ingurgitación mamaria La ingurgitación mamaria no es otra cosa que la acumulación de la secreción láctea en las glándulas destinadas a ello en ambos pechos. Se caracteriza porque las mamas aparecen aumentadas de tamaño, son pesadas, dolorosas a la palpación y pueden aparecer calientes. Suele ocurrir en los primeros días de lactancia, ya aún no se ha establecido un balance correcto entre las necesidades del recién nacido y la producción de leche. También puede pasar cuando no se mantiene una correcta técnica de lactancia y no se han vaciado correctamente las mamas o se ha demorado demasiado tiempo la siguiente toma.
Aunque molesto, su tratamiento es muy sencillo: se basa en mejorar el bienestar de la madre mediante aplicación de analgésicos y facilitar la succión del bebé y el correcto vaciado de la mama. Para ello, si la mama está muy indurada (congestionada) sería correcto aplicar calor local en ambos pechos y masajearlos antes de colocar a tu bebé para mamar. Durante el proceso de succión, el cambiar a tu bebé de posición facilita que pueda vaciar de forma correcta toda la mama, evita la aparición de la ingurgitación y mejora los síntomas.
Mastitis puerperal La mastitis puerperal es la infección que se produce en las estructuras que forman la mama. Está precedida generalmente de un proceso en el que la leche materna se ha quedado estancada, sin haberse producido su drenaje correcto, y es colonizada por una bacteria que comienza a replicarse. Las bacterias que normalmente la producen se encuentran en la piel de la madre (estafilococos y estreptococos) y suelen acceder a través de fisuras o grietas que existan en el pezón, o pueden provenir de la garganta del recién nacido.
Se caracteriza por una zona localizada de la mama que se endurece primero y después se enrojece, comienza a doler y aparece fiebre. Todos estos síntomas serán más o menos llamativos según la extensión de la mastitis.
El tratamiento debe empezar siempre por una correcta prevención, facilitando la higiene de la zona y el correcto vaciado de las mamas durante la lactancia. Pero cuando se ha establecido la infección, es preciso un tratamiento con antibióticos, analgésicos y frío local. La lactancia no debe ser suspendida, ya que un vaciado correcto de la mama forma parte del tratamiento. En ocasiones este vaciado debe realizarse de forma artificial -sacaleches o manual- si tu médico te ha prescrito un antibiótico que es incompatible con lactancia materna. Una vez retirado ese fármaco, podrás reiniciar la lactancia natural.
Absceso mamario En ocasiones una mastitis grave, que no responde al tratamiento o que se ha diagnosticado tarde, puede evolucionar generando un absceso mamario. El contenido infectado de la mama va a encapsularse en lo que denominamos absceso. Al estar encapsulado, su tratamiento pasa de forma indispensable por su drenaje en quirófano, asociando tratamiento antibiótico en los casos que sea necesario.